Lunes, 11 Enero 2021

El adiós al “Gringo” Livolti

Por Lic. Hugo Cravero. Militante del Partido Comunista Argentino

El Gringo va con Susana en el primer asiento del bondi que lleva a la militancia del Partido y el incipiente Movimiento Territorial de Liberación (MTL). Todos viajamos a Buenos Aires a un encuentro militante. Es principio de 2004, o finales del 2003. Hace calor y el aire del colectivo, que había conseguido el “Gordo” Diego, es tan de dudosa procedencia como el mismo vehículo, que en un pasado cercano había llevado a los pesados de Newell's a alentar a la lepra por todo el territorio argentino.
José Luis Livolti es un personaje que cuenta historias del Partido, de los nuevos pibes que, juntos a sus hijos, comenzaban el camino del compromiso, el marxismo y la misión de construir un futuro común en su amado Arroyo Seco.
El Gringo se agiganta en esa jornada de bochornoso clima e ilusión. El dolor está en él cuando se detiene y recuerda a Gastón Gesrik, el muchacho de menos de 20 años que había muerto en un accidente de tránsito, cuando viajaba a una reunión de la Fede en Capital Federal.
- Él es nuestro ejemplo, un cuadro que debemos rendir homenaje. Tenemos que ser como Gastón - decía a quien quisiera oírlo.

Eran años de crecimiento y adversidades, pero extrañamente, a pesar del desastre generado por el neoliberalismo y el final trágico del gobierno de la Alianza de Fernando de la Rua, de los miles de argentinos una vez más tirados al fondo del fondo, de la incertidumbre que se vivía, había un halo de esperanza. No sé bien cómo, pero el Gringo daba ese envión necesario para no aflojar más allá de todo.
Muchos de entonces comenzamos a conocerlo. Sus gestos grandilocuentes, su risa socarrona levemente corrida hacia la izquierda, su pelo gris constantemente acomodado por sus manos anchas y generosas.

Luego fueron centenares los encuentros. Los viajes. Los debates. Las horas de Comité. De planificar hasta el cansacio actividades y estrategias. De momentos personales y afectivos.
Junto al Gringo, y otros cumpas como Champa Galliotti, Beto Cabrero, el “Negro” Sergio, Jorge Testero, Nelson Suárez, “Chiquito” Audet, Enrique Gigena, Aldo Olguín, José Schulman, Olga, Éber Molinas, conocimos el Partido de cerca. De los porqués y los motivos de la construcción de un proyecto que no se limita en lo particular ni en lo partidario. Que eso que llamamos socialismo del siglo XXI no termina en las páginas de Propuesta, sino que va más allá derrumbado dogmas.

En 2008, cuando los productores agropecuarios jugaron su carta golpista contra el gobierno de Cristina Fernández de Kirchner, luego de la resolución 125, Livolti, que era director de Federación Agraria Argentina (FAA), puso blancos sobre negros y dejó en claro quiénes eran los comunistas dentro de la institución que alguna vez defendió al pequeño y mediado productor.
Ya el Gringo era un referente nacional del Movimiento Campesino de Liberación (MCL) y plantó sus convicciones y los principios no sólo del PC, sino miles de compañeros del campo argentino profundo, no televisado ni especulativo.
Decir que un director de la FAA les refutaba cada planteo a los dueños de las tierras, a la Sociedad Rural, a los verdaderos responsables de la masacre económica, a los negreros y evasores, a los que contaminan poblaciones y escuelas con agrotóxicos y venenos para ganar unos dólares más, a los replicantes del modelo agroexportador, esclavista y mezquino, nos hinchaba el pecho como comunistas y como parte de una idea nacional y popular.
No era fácil por entonces, y ahora de igual forma, decirles a la cara a los cómplices de dictaduras y del quebranto argentino, que son el mal real de la patria y que cuando se reparta la que ganan y ganaron, legal e ilegalmente, recién allí tendremos la tan deseada reforma agraria y soberanía alimentaria.

Con mi familia estuvimos por última vez con él, junto a otros camaradas, en San Jorge, en diciembre de 2019 cuando asumió Lisandro Schiozzi la banca por el Partido Comunista en el Concejo sanjorgense. En la casa de un cumpa, entre brindis y una pizzas, el Gringo volvió con la necesidad de no dar un paso atrás, y seguir. Siempre seguir.
Es necesario decir que en esa reunión estaba Florencia Gómez, nuestra compañera víctima de femicidio en la ciudad del oeste santafesino en octubre de 2020. Hoy su crimen sigue impune.

Alguna vez, grabando un documental trunco para el PC estuvimos en su casa de Arroyo, una vivienda con vista al Paraná, al pie de la barranca.
- Esto es de mi familia. Si llegamos al socialismo, si logramos dar vuelta la historia y que el hombre deje ser verdugo del hombre y se hermane para siempre, no dudaría un segundo en dejar todo, esta propiedad, mis cosas y dejarla en manos de la revolución. Uno sólo es un instrumento para lo colectivo – supo decirme entre mates.
Así era el Gringo sincero y lógico sólo para nosotros, los comunistas, y los integrantes de un espacio que derrumba las fronteras de lo posible.
En esa finca, en medio del esplendor litoraleño, un árbol rebelado desafiaba su destino eterno de vientos y soles.
- Cuando me vaya, cuando ya no esté, quiero que mis cenizas queden debajo de ese árbol. Allí, donde pude ver crecer a mis hijos y soñar con una sociedad de libres productores, entre iguales – me confesó el camarada.
Hasta siempre querido Gringo.
El secretario provincial de mí partido en Santa Fe.
El hombre que supo su destino y se jugó la vida por ello.
El hermano que nos dejó a fuego el orgullo de ser comunista.