Domingo, 18 Octubre 2020

Jubilado hampón de 74 años cayó por error de novato y lo condenaron a pasar casi el resto de su vida tras las rejas

Carlos Segundo Marquardt, un jubilado que residía en Granadero Baigorria, fue condenado a 14 años y ocho meses de prisión como jefe de una banda que cometía asaltos en el sur de Santa Fe

Carlos Segundo Marquardt pasará los próximos 14 años y ocho meses de su vida en prisión condenado como jefe de una banda que cometía violentos asaltos en el sur de Santa Fe. Delincuente de la vieja guardia y con más de 70 años, trabajaba en tándem con José Luis “Pepón” Salerno, de 60 años, otro histórico referente del delito que sentó las bases del narcotráfico en Rosario allá por los 90, y fue condenado a cinco años de cárcel.

Esposo de una maestra de grado, con instrucción secundaria y egresado del Colegio Salesiano San José, familia consolidada y perfil de clase media trabajadora, Marquardt no era lo que aparentaba cuando caminaba sin problemas por las calles de Granadero Baigorria, donde residía desde hacía varios años. Pocos vecinos imaginaban que con su porte de hombre bonachón y educado se dedicaría a liderar una banda de forajidos que cometía violentos atracos.

“Carlitos”, como le decían cariñosamente sus allegados, supo tener comercios, empresas de transporte y también locales gastronómicos, como quien dice, una vida social activa recubierta de falsa honestidad; una pantalla para no levantar sospechas. Los hechos demuestran que lideraba una temible banda que “caminaba” con sigilo algunas rutas provinciales y puntos específicos en busca de jugosos botines.

Primer traspié

El septuagenario que ahora pasará casi el resto de su vida tras las rejas, registra un historial delictivo, no siempre probado, que lo vincula al robo de bancos y blindados, y un reciente antecedente condenatorio por una entradera en la zona norte de Rosario. Los investigadores que siguieron su carrera delictiva creen que participó de una variada gama de golpes y atracos que no siempre le pudieron probar. El lunes 10 de noviembre de 2014 un vecino pintaba el garaje de una vivienda ubicada en Olivé al 1000, en el barrio de Arroyito, cuando a las 11 de la mañana dos hombres armados lo sorprendieron y redujeron de un culatazo en la cabeza para luego trasladarlo al interior del domicilio.

Allí redujeron también a la dueña de casa, quien alcanzó a activar una alarma comunitaria. Los asaltantes revolvieron la casa y se hicieron con $10.000, una computadora notebook y binoculares. Con el camino abierto, subieron a un Citroën C 4 que los esperaba con un chofer y huyeron. Pero un móvil del Comando Radioeléctrico los cruzó en Travesía al sur y comenzó una persecución que terminó en Junín y Bensuley, donde los fugitivos chocaron primero contra una Chevrolet Meriva y luego contra un portón.

Al identificarlos se determinó que el conductor del auto era Carlos Segundo Marquardt, por ese entonces de 68 años, ya veterano para menesteres delictivos, pero bien activo. Sus cómplices eran Ezequiel Vázquez, de 24 años, y Matías Encina, de 30. Dentro del vehículo hallaron pertenencias de la víctima, una pistola calibre 11.25, otra 3.80 y un revólver 38. Por ese hecho, el 19 de noviembre de 2015 Marquardt cerró en un juicio abreviado una condena a 6 años y 8 meses de prisión efectiva por los delitos de robo calificado por uso de arma de fuego apta para el disparo, portación ilegítima de arma de guerra, y resistencia calificada a la autoridad. La pena se saldaba el 10 de julio de 2021. Vázquez y Encina recibieron el mismo castigo. Al cumplir los 70 años, Marquardt pidió la libertad condicional en 2017. Tenía esa condena por la espalda, y otra sospecha muy grave. La de haber participado de un hecho muy violento en la zona rural de la localidad de Los Cardos, el 22 de junio de 2012.

Hay indicios de que junto a otros seis delincuentes robó en la estancia Los Robles, donde Claudio Tramannoni, de 47 años, trabajaba como capataz y al tratar de frenar asalto fue asesinado de un balazo por la espalda que le atravesó el corazón. Ese día los delincuentes se hicieron pasar por policías e inspectores de la Afip. Huyeron con unos $21.000, 2.600 dólares, dos armas y un teléfono del hijo de la dueña del lugar. Por el caso cayó Marquardt y fue llevado a una rueda de presos en San Jorge, en agosto de 2016, donde un testigo lo reconoció como uno de los asaltantes. La causa, repleta de vericuetos, se mantiene sin resolución en el sistema conclusional. También quedaron involucrados un ex policía de Granadero Baigorria que tenía las armas robadas. En ese robo se cree que Carlitos actuó con José Luis Pepón Salerno.

De viejo, otra vez de caño

A pesar de su edad, Marquardt no era de quedarse debajo de una parra tomando mates. Así que optó por el vértigo de andar al margen de la ley, y volvió a involucrarse en una empresa riesgosa. Rompió el beneficio de la libertad, reclutó gente de experiencia, le asignó roles bien definidos y salió a la calle a delinquir. A las 3 de la madrugada del 10 de septiembre de 2018 en Carlos Casado al 2200 de la localidad de Casilda, una familia pasó minutos de terror. Cuatro hombres llegaron en un Ford Fiesta Kinetic Desing, estacionaron en la puerta y tres de ellos, fuertemente armados, ingresaron a la vivienda.

Con dominio de la situación, la cara tapada, violentos y amenazantes, redujeron a la dueña de casa, a sus tres hijas y a un hermano, los golpearon y se alzaron con unos $18.400 y un celular marca Samsung, entre otros objetos de valor. Pero antes de irse uno de los maleantes cometió un error que marcaría el destino de la banda: llamó desde su teléfono al conductor del auto que aguardaba en la puerta y hacía de campana. Luego fugaron amparados en la oscuridad de la noche. El caso generó preocupación entre los vecinos de Casilda, localidad tranquila ubicada a unos 50 kilómetros de Rosario. El caso quedó en manos del fiscal Emiliano Ehret, que comenzó una sigilosa investigación con derivaciones impensadas. Primero logró recuperar imágenes de una cámara de seguridad de la cuadra donde se cometió el robo, una secuencia de 20 minutos que captó el auto y la fisonomía de los tres ladrones. El relato de las víctimas aportó al fiscal la pista del llamado telefónico que hizo el ladrón desde adentro de la casa a su cómplice. Ese fue un punto de inflexión, porque se ordenaron medidas para rastrear los impactos de llamadas en las celdas de las antenas de telefonía de la zona.

Gavilla violenta y temible

Esos primeros pasos fueron fundamentales, porque la Policía de Investigaciones de Casilda hizo un trabajo de calle y entrecruzamientos de evidencias para pisarle los talones a Marquardt y su gente. Ya tenían bajo la lupa a una gavilla que había realizado al menos cuatro robos en viviendas de Chabás, Bigand, Teodelina, Coronel Bogado y Totoras. Llamaba la atención que los robos en la zona eran casi calcados. Entraban en las casas por la madrugada, sorprendían a sus moradores durmiendo, los reducían, amordazaban, y bajo amenazas con armas de fuego les exigían los objetos de valor y dinero en efectivo.

Una vez identificados ciertos datos, se ordenaron las escuchas sobre la línea telefónica del veterano Marquardt, que a pesar de su experiencia mantenía el número a su nombre y con su foto en el perfil. Ese recurso entregó muchos elementos al fiscal, porque Carlitos se comunicaba permanentemente con los otros integrantes de la banda, y con total descaro y desparpajo hablaban y hablaban, citaban detalles de los robos, del dinero y la logística. El fiscal ató puntas, y llegó hasta Adrián Santiago Josef, de 40 años, sospechoso de integrar la banda, y ya había caído preso por un robo en Rafaela.

Dos meses más tarde, el funcionario consolidó la evidencia para vincular a los otros miembros y ordenó la detención de José Luis “Pepón” Salerno en su casa de Rossini al 1300, y de “Carlitos” Marquardt en Marcos Paz al 3100, de Granadero Baigorria. En ese domicilio, mientras vigilaban su movimientos, los investigadores vieron a Marquardt conducir el Ford Fiesta que utilizó en el robo. En una oportunidad estaba junto a otro integrante de la gavilla, luego identificado como el experto “paletero” cordobés Carlos Santalices, que nunca pudo ser hallado y escapó.

Salerno era también otro viejo hampón, hoy de 61 años. Supo dar los primeros pasos en el mundo del narcotráfico a principios de los noventa. Recibió una condena de 10 años de cárcel por comercialización de droga, que ya purgó, y estuvo ligado a varios casos resonantes que rozó a policías, en la época de las amenazas de muerte a la ex jueza federal Laura Inés Cosidoy. La investigación confirmó que el día del robo en Casilda, Marquardt piloteaba el auto Ford Fiesta que estaba a nombre de su mujer, y hacía de campana. Los que entraron a la casa fueron Salerno, Joséf y Santalices, el hábil “paletero” como se dice en la jerga policial a los delincuentes expertos en abrir puertas. Santalice se mantuvo prófugo y murió en mayo de este año en Córdoba capital. Tenía problemas de adicción a las drogas, lo cual le jugó en contra a la hora manejar la ansiedad. Una paradoja de la historia: él fue quien llamó desde adentro de la casa de Casilda, lo cual abrió la investigación. El hombre se suicidó en medio de una profunda depresión. Los otros tres fueron imputados en diciembre de 2018 en los Tribunales de Casilda.

“El pez por la boca muere”

“En los alegatos de apertura yo dije que el pez por la boca muere. Y fue así, porque en las dos horas de audios que logramos volcar como prueba surgió la vinculación con Marquard, y esta gente no tuvo reparos en hablar de la organización de los robos, roles, del reparto de dinero producto de los delitos. Llama la atención que con su experiencia haya cometido errores de principiante”, describió el fiscal Ehret a Aire de Santa Fe sobre la investigación. Con prueba suficiente, el funcionario acusó a Marquardt y lo llevó a un juicio oral y público que se desarrolló en los Tribunales de Casilda la semana pasada. En esta instancia ubicó al imputado como jefe de una asociación ilícita destinada a cometer un número indeterminado de delitos en el sur de la provincia de Santa Fe, al menos entre septiembre y diciembre de 2018. Para el fiscal, Carlitos “dirigió junto a Salerno la administración de recursos materiales y humanos con fines delictivos”.

Organizador, chofer y campana

“La asociación se repartía las tareas en dos estamentos: el primero estaba integrado por Marquardt, quien planificaba y organizaba los asaltos, además de procurar los medios materiales (autos, armas, dinero) y se vinculaba con otros delincuentes para conseguir reemplazantes o expertos en distintas funciones mientras lo aguantaba en su casa. Y durante los robos mantenía el rol de chofer y campana”. De acuerdo a la hipótesis oficial, el grupo criminal tenía una segunda línea conformada por el paletero Santalice y Josef. “Todos estaban muy vinculados porque las escuchas son elocuentes, hablaban todo el tiempo sobre los hechos y su participación, ninguno pudo alegar que no estaba involucrado en la banda”, amplió el fiscal a Aire Digital.

Aunque la defensa trató de aliviar la situación del veterano delincuente, no pudo hacer demasiado ante el peso de la prueba. El Tribunal de jueces conformado por Marisol Usandizaga, Alvaro Campos y Alberto Jesús Rizzardi condenó a Marquardt a 8 años de prisión como coautor de robo calificado por el uso de arma y por su comisión en poblado y en banda, en concurso real con asociación ilícita agravada. Como esos delitos los cometió mientras cumplía otra pena, se lo declaró reincidente. Al unificar la condena anterior de 6 años y 8 meses, el monto total quedó en 14 años y 8 meses de prisión efectiva. El fiscal había solicitado 16 años, pero se mostró conforme con el veredicto. José Luis “Pepón” Salerno no llegó al juicio oral porque aceptó una pena de cinco años efectiva en un juicio abreviado. Josef también acordó pena con la misma salida alternativa, pero a 7 años de prisión efectiva.

Claudio González - Aire de Santa Fe