Martes, 31 Julio 2012

El Remanso sigue ahí

Breve historia del paraje de pescadores


Llegar al Remanso Valerio es como bañarse en sol y río. La brisa de una mañana que lentamente se retira del paisaje nos da la bienvenida. La búsqueda de las huellas históricas del “Remanse”, como también se lo denomina al añejo paraje de pescadores, nos trajo el recuerdo vivo de los pioneros, pobladores en el encuentro con las barrancas para generar la mixtura de islas, pescas, naturaleza; la vida misma litoraleña.
Gambeteando la amnesia popular, llegamos al barrio. Unas 300 familias viven en el lugar ubicado en el extremo sudeste de la ciudad. Aunque no hay datos fehacientes, se calcula que casi 1500 personas habitan la barrida.


Los rastros sobre los primeros pobladores del sitio nos remontan al desmonte que Tomas Fuhr hiciese en 1872 para construir sobre las orillas del Paraná el horno cementero para la mezcla de cales y tierras rojas arcilleras. Imaginamos que, al dejar la planta cementera Fuhr, el espacio costero habrá sido un lugar tentador para varios isleños que seguían ya la lógica de todo pescador: tener una casa en la isla y otra en las barrancas para vivir mientras dure la crecida.
En una crónica de Walter Guido Weyland en su libro “El chalet de las ranas” recuerda a un ermitaño que habitaba en las inmediaciones del horno de Fuhr. “No lejos de allí, en una cueva vivía un hombre de edad indefinida, ni joven ni viejo, mediana estatura, membrudo y agobiado de hombros, de mirar huidizo y hostil, con pelo opaco de mugre y barba negra crecida”, relata Weyland y sigue “la gente lo había bautizado como Diógenes, y a menudo remeros se acercaban a darle charla”. Este material que data de 1968 ubica las aventuras de los jóvenes acomodados de clubes burgueses de Rosario en la década del 40’.
Pero no parece ser Diógenes el primer poblador del Remanso. En el libro editado por el cura Rogelio Barufaldi llamado “Historia del barrio ‘La Florida’” se publica una entrevista a Jorge Roldán, integrante de una extensa familia de pescadores costeros. Roldán recuerda que su familia vino de San Lorenzo entre 1890 y 1891 a la zona. Es muy bueno aclarar que por entonces la costa y las barrancas era una sola, sin límites juridiccionales. El remanso Valerio, las series de pozos y tirabuzones en pleno Paraná, se situaba desde la altura de calle Los Plátanos de Granadero Baigorria hasta Costa Alta, Rosario. El fenómeno traicionero se fue borrando del paisaje por el constante refulado que las areneras baigorrienses hacen. O sea, que vivir en el Remanso Valerio era, por lo menos hasta hace unos 60 años, antes de la llegada de la rotonda de la Circunvalación en su nexo con la Avenida Costanera, radicarse a lo largo de toda esa extensión terruña.
Los Roldán se ubicaron a lo largo de las barrancas. Hoy, ya sin ellos en el barrio, hay familia directa de los primeros llegados a estos lares tanto en la bajada Córdoba (calle Estrada) y en el Espinillo.


Pero sin ánimo de equivocaciones, podríamos afirmar que la radicación estable de la comunidad que da forma al Remanso Valerio se inició a finales de la década del 50, cuando se re ubica a los que se asentaban en la denominada “Punta de Remanso” en el norte de la depresión ribereña, donde hoy está la rotonda, debajo del Puente a Victoria.
En diálogo con éste medio “Lalo” Diaz, pescador de toda la vida, recordó como los que vivían en el extremo del remanso fueron paulatinamente mudados varios sectores de Rosario y los pescadores se movieron unos 500 metros al sur sobre la costa. “Calculo que ya había gente viviendo acá, nosotros llegamos hace 50 años con mis padres. Éramos varios que aun viven acá con sus hijos, nietos y bisnietos”, rememoró.
Lalo es la fiel imagen del remansero. Él integra un linaje de 4 generaciones radicadas en el arrabal. En él se recopila las luchas de los pobladores en hacer del paraje un lugar para vivir y desarrollar los sueños. “Cuando era pibe acá en los campos había huertas, nosotros los niños de acá ayudábamos a los Fratocchi (familia histórica de Baigorria) a la cosecha”, suma a los recuerdo.
A lo largo de casi 6 décadas los del Remanso han venido luchando por un lugar en la misma historia del pueblo, donde han sido muchas veces discriminados por fascistas e ignorantes. Y, a su vez, han peleado palmo a palmo por el reconocimiento de las tierras donde se asientan. “Todos nos ha costado. Aunque yo (Lalo) sea uno de los pocos con el DNI con dirección en el barrio, que mi mamá en el 63 ya paga impuestos al municipio por un negocio que tuvo acá, que con otras familias hemos demostrado nuestra residencia desde años, aun no sabemos si nos quedaremos o nos sacarán”, comenta Díaz. Y sus temores no tienen nada de anormal. Varias ideas descabelladas de funcionarios y emprendimientos millonarios quisieron sacar la barriada para levantar hoteles o mega mercados de moda. La presión popular pudo evitar que la locura, muy de acorde a los tiempos neoliberales, ganase la partida. Hoy todo está más calmo, dónde parece que los proyectos futuros de caminos, barrios y parques, respetarán a la urbe costera.
“En los 80 y en los 90 armamos una cooperativa de viviendas, para la urbanización definitiva”, comenta Lalo. Y así fue. En medio de la embestida por las tierras del Remanso, los pobladores iniciaron un juicio de usucapión por considerarse dueños naturales y dignos del lugar.
“Hemos hecho todo a pulmón”, dice Lalo, quien integró, además, la vecinal que formara el dispensario y el jardín de infantes, entre otras cosas. “Así trajimos la luz en el 83. Todas las mañanas le poníamos gasoil a la chata de un vecino e íbamos como siete u ocho a Aguas y Energía (precursora de la EPE) para solicitar el tendido eléctrico. Y así fue que logramos la energía”, contó y agregó “y con el agua potable, al no tener respuesta de las autoridades, y con la buena voluntad de Fermín Serrano (Secretario de gobierno de desaparecido intendente Humberto Sdrigotti), los vecinos hicimos por el campo un zanja hasta calle Los Plátanos y nos conectamos a la toma debajo de la arenera. Fue un trabajo de días y a pala, pero logramos tener dos canillas públicas. Eso fue al principio de los 90’”.
En la actualidad Lalo cree que en el barrio hay unas 30 familias de pescadores. “El río no rinde como antes. Muchos de los muchachos trabajan unos meses arriba, en fábricas, y después vuelven a la pesca. El que nace pescador nunca deja de serlo”, sentencia Díaz. “Pero la vida ha cambiado. Calculo que para mejor. Antes remábamos en nuestras canoas y hoy hay unos motores increíbles. Mi hijo es pescador como yo. Tiene un bote grande, con motor, pesca en ‘zapatillas’. Nos manda un mensaje de texto y nos va diciendo que pescó, como está, cuando vuelve. Antes no pasábamos casi un mes internado en las islas y una lancha buscaba lo que íbamos sacando. Todo era más sacrificado, hoy es menos”.
Lalo tiene tres hijos, su homónimo y único varón que heredó la labor paterna; y sus dos hijas Celina futura docente y Edith estudiante en traductorado de inglés. Orgulloso de ellos cuenta que él no estudió, por eso quiso que sus hijos si lo hicieran. “Es una meta, que mis hijos tengan más que yo”, dice con su sutil sinceridad.


Nuestra búsqueda colectiva arriba a un punto de inflexión. La bondad remansera no tiene precedentes. El mate, la mirada franca, las palabras sinceras, acopian afectos. Es imposible estar allí sin que la Oración del Remanso de Fandermole no pase por nuestras cabezas, y sin más empieza el canto.
Será así de simple, que los paisanos serios de lugar han logrado sobre ponerse una y otra vez más de sudestadas, de las naturales y de las que hemos precipitados los de arriba. Allí donde “el cielo remonta el vuelo con el Paraná”, la certeza que otro mundo es posible toma un valor único de esperanza.
La mañana ya sea transformado en una tarde celeste y fría de julio. Unos gurises con la inocencia intacta hacen equilibrio en unos tanques en la plazoleta al lado del Cristo de las redes, otros llevan unos barriletes para elevar sus alegrías gracias a los vientos diáfanos del invierno litoraleño. Y es ahí cuando sabemos que el Remanso nunca entendió de límites impuestos, que sus voces trashumantes han divulgado sus sueños como semillas universales. Muy a pesar de los perseguidores de amaneceres, escuálidos sin razón, el grito liberador de los remanseros pasaron fronteras, poniendo a la poesía barranquera como meta en la igualdad.
Nos alejamos físicamente del paraje, pero algo de nosotros queda allí y nos permite afirmar; que aun no sabemos que será Granadero Baigorria dentro de unos años, pero sabemos a ciencia cierta que en ese futuro estará el Remanso Valerio, costero, pescador, hermano y humano.


El horno cementero

Un alemancito muy inquieto


Tomas Fuhr llegó a la Villa del Rosario en 1859 desde Alemania. No se sabe bien de que región, pero desde el primer momento el rubio de hablar cruzado se mostró ambicioso e intrépido. Según datos históricos fue un activo partícipe de la vida social del pueblo desde sus primeros días de estadía. En1861 se lo reconoce en un listado de habitantes rosarinos que contribuyen para socorrer a los damnificados del terremoto que desbastaran Mendoza el 20 de marzo de ese año.
En 1864 el germano ya era un exitoso comerciante del sur de la provincia. A su carpintería de muebles de estilo alemán, había sumado propiedades y una cochería de carruajes. El estatus económico de Fuhr lo había catapultado a codearse con lo más alta sociedad de la floreciente ciudad, en un país en formación.
Los relatos de la época lo recuerdan como un visionario. Será por eso que en 1870 comienza su mayor emprendimiento en la región. La primera extractora y creadora de tierras romanas, más conocidas como cemento pórtland, del país. El dato fue relevado en publicaciones relacionadas con la industria cementera Argentina que sitúa a la planta de Fuhr como primigenia.
En el libro editado en 1952 por Wladimir Mikielievich; “Rosario, centro precursor de la industria del cemento Pórtland”, se cuenta como Tomas le compra a un tal Gustavo Blytch una extensión de tierra por unas 200 varas de ancho (unos 160 metros) y unas 1000 varas de largo (800 metros) el 4 de abril de 1872. Este terreno lindaba al este como el río Paraná, al oeste con el camino recientemente abierto por esos días a San Lorenzo (actual Ruta 11), al norte con campos de Lázaro Ricchieri (padre del que fuera Teniente General Pablo Ricchieri, ministro de guerra de la segunda presidencia de Julio Argentino Roca – 1898 /1904- creador del servicio militar obligatorio y del hurto, junto a Joaquín González, de dientes de Manuel Belgrano tras la exhumación de sus restos en 1902), y al sur con terrenos de su suegra Toribia Loyola.
En un manejo un tanto no claro, Furh, que era apoderado de todas las propiedades de su suegra al ser esta viuda, le había vendido a Blytch esta lonja de tierra y tres días después Blytch se las vuelve a vender. En estos tiempos podría entenderse como un extraño teje y maneje de testaferro y patrón.
En si estas tierras se localizaban al límite con el municipio de Rosario al norte, lo que hoy es la barriada del Remanso Valerio.
Por un lustro, aproximadamente, el tudesco fue el proveedor de tierra calcárea de la zona. Rosario se expandía en nuevas viviendas y obras ganándole al campo más lotes en su extensión. Aun se conservan relatos de la calidad del material que Fuhr extraía de las barrancas del Paraná y las islas. En el mismo material de Mikielievich dice que “Guillermo Wilkens responsable de informar el estado de las colonias agrícolas de la zona en su rol de inspector nacional, en su informe llamado ‘Las Colonias’ comenta que en la zona de Esperanza (Santa Fe) las construcciones se estaban haciendo con tierras romanas de la región a buen precio y de muy buena calidad”.
Furh había levantado a orillas del río un horno de mezcla y proceso de las tierra cementeras. Túneles de extensas longitudes se adentraban en las entrañas mismas barranqueras donde se conseguía las tierras calizas y desde las vírgenes islas los barros arcillosos. La unión, como muestra propia de la hermandad hombre-río, la hacía el Paraná con sus aguas nobles.
El horno sobrevivió lo que pudo. Centenas de relatos lo ubican ahí a las costas de la bravura del remanso. Los vientos despiadados, las lluvias violentas de verano, el tiempo cargado de días, meses, años y olvido, lo despreciaron. Pasó de ser el centro cementero argentino a misterio de pescadores o navegadores a lomo del río, para terminar como el basurero del barrio. Una mañana opaca de abril del nuevo milenio, casi sin espectadores se terminó de derrumbar.
Por su parte Tomas Fuhr sucumbió al no poder afrontar las deudas de su empresa. En un país que se estaba forjando en la esclavitud y saqueo de pueblos originarios, con los ojos puestos en Europa en busca de mano de obra barata y en los sueños de unos pocos, con las políticas agro exportadores de terratenientes y ladrones, el alemán quedó fuera del juego. Endeudado al extremo con el Banco Argentino tuvo que desprenderse de propiedades mal vendiéndolas. Se calcula que en 1877 dejó de producir las tierras cementeras, abandonado todo a la buena de Dios.
En 1879 tras la muerte de su esposa, el rubio decidió dejar Rosario y se instaló en Buenos Aires donde logró rápidamente junto a sus tres hijos como comerciante recomponer su nivel económico. A los 68 años en 1896 fallecía en la capital de Argentina.

 

El Cristo de las redes

El monumento al Cristo de las Redes, con los brazos extendidos y melena porruda, fue inaugurado el 27 de mayo de 1995. Con la idea de ser el protector de la comunidad de pescadores del Remanso Valerio, la esfinge que se levanta en la barriada ha trascendido más allá de la región, popularmente conocida por la maravillosa canción del músico local Jorge Fandermole llamada “Oración del Remanso”.
Según cuentan la idea nace en 1993 por un grupo de colaboradores del barrio. Luego de consultar su realización al cura párroco de Granadero Baigorria Gabriel Del Paso, se constituyó una comisión encabezada por Jorge Brignami, Selecto Pérez, Daniel Galeano, Pedro Ramos y un nutrido número de vecinos del lugar.
La imagen del Cristo se copia de una ya existente en la parroquia Santa Agripina de la zona norte de Rosario que llevaba adelante el presbítero Daniel Siñeriz. En una publicación de 1995 dónde se cuenta la construcción de la estatua, se dice que uno de los integrantes de la comisión vio la esfinge en la capilla rosarina y al transmitirla a los otros decidieron que repicarla era lo indicado.
Tal vez lo más importante para remarcar es que la pieza que se alza y mira al barrio hace ya 17 años, se hizo sin un sólo peso. La contribución solidaria de todos los vecinos y la sociedad lo hizo posible, con la mano de obra de Pedro Ramos.
Durante años se festejó su aniversario con una gran fiesta popular, pero desde hace un tiempo no se viene realizando. “La conmemoración duraba todo el día. Siempre se hacía el domingo más cercano a los 27 de mayo. Los remanseros asaban pescadores que brindaban a todos los que llegaban. Era hermoso”, recuerda uno de los que hicieron realidad al Cristo.

 

La lucha de las tierras

En 1998 el concejo de Granadero Baigorria aprobó una ordenanza demencial. Hubo muchos momentos a lo largo de la vida del barrio de intentos de desalojo, pero en ese año los ediles del radicalismo, capitaneados por la intendencia de Alfredo Secondo, hicieron ley el proyecto de urbanización de las 30 hectáreas lindantes, al aun no construido por esos años, Puente a Victoria.
Con un discurso muy acomodado en pleno apogeo neoliberal, la idea era montar en ese inmenso predio un megamercado de la firma Wall Mart, hoteles, edificios y un selecto barrio privado. La iniciativa multimillonaria no contemplaba al Remanso dentro de sus tierras, por eso anexa a la ordenanza su sumó otra que permitía la construcción de un barrio a las afueras de la ciudad, hoy Nuestra Señora de la Paz, exclusivo para los habitantes del barrio orillero.
La presión popular ejercida por la barriada y por el Centro de Comerciantes de la ciudad, hizo que la ordenanza votada entre gallos y media noche de manera no clara se revirtiera y se anulara.
Ahora bien, es bueno aclarar que los comerciantes locales no militaban la negativa por el amor al río y sus costumbres, sino para evitar que el consumidor local díscolo vaya hacer sus comprar al mega Shopping quebrantando a los capitalistas de poca monta. Esto se reafirmó cuando luego de una segunda embestida de los mercaderes contra al municipio, esta vez a Miguel Ansoleaga, al exigir la no instalación de Súper mercados de capitales chinos. Los muchachos consiguieron una norma que limitaba la habilitación de nuevos comercios de estas características en la ciudad. La triste historia, mezclada con un tinte racista, culminó cuando casi todos los “damnificados” se vieron “beneficiados” vendiéndoles ellos las llaves de sus almacenes a los asiáticos por muy buenos pesos. Pero esto es otra historia que alguna contaremos de manera más detallada.