Viernes, 19 Enero 2024 Tristeza

La tormenta hizo caer unos de los añosos robles de la plaza 9 de julio

Había sido plantado, junto a otras tres especies similares, en 1939 en el cincuentenario de la fundación del pueblo. Vecinos de la ciudad lo despidieron como se hace con un querido amigo de toda la vida.
Breve recorrido histórico de las plantas y la plaza céntrica de Baigorria

Escrita por el licenciado en Periodismo Hugo Cravero


El roble de la plaza 9 de julio, que lindaba con calle Sáenz, a metros del ingreso de la escuela 127, cayó durante la tarde de este jueves 18 como consecuencia a las lluvias torrenciales que se dieron en los últimos días.

La especie tenía 85 años, pues fue plantado, junto a otros tres robles, por niños de la escuela 127 al cumplirse el 50 aniversario de la fundación de pueblo Paganini, hoy Granadero Baigorria, el 9 de abril de 1889.

La caída del árbol fue lamentada en redes sociales, y en el momento que empleados municipales sacaban los restos del viejo roble vecinos se acercaron a despedirlo, como cualquiera lo haría con un querido amigo.

Pero es bueno detenerse unos minutos y ahondar en la historia de Paganini para ubicar cómo fue que este roble, junto a sus hermanos, fueron plantados en 1939.

La plaza 9 de julio era un baldío para 1932. En rigor todo barrio Centro había sido poblado de manera irregular, porque es bueno recordar que Lisandro Paganini había planificado el centro del pueblo en San Miguel, por ende los espacios cívicos, iglesia, comuna, escuela, efector de salud y plaza principal, iban a estar en el barrio del oeste baigorriense, y la plaza 25 de mayo sería el espacio verde principal del condado.

Eso no ocurrió debido a que la actual ruta 11, o nuevo camino a San Lorenzo, ya había desplazado al viejo Camino Real en el tránsito de sur a norte, y los primero pobladores, con Giovanni (Juan) Orsetti a la cabeza, van a comprar los lotes en el sector que no estaba pensado ser el centro cívico de Paganini.

Por eso todo costó tiempo. La iglesia San Pedro se construyó en la década de 20’, con terrenos comprados por una comisión creada para la creación de la capilla, el edificio comunal en 1932, en la gestión de Juan Sala, y la escuela 127 tendrá su inmueble propio en 1941.

En ese contexto la plaza 9 julio, ahora la principal del pueblo, también tardó en parquizarse. Para la década del 30’ el predio era un baldío, rodeado de ligustros y alambres de púas, según cuenta Raúl Zavattero en publicaciones realizadas en el periódico El Urbano.

Pero para 1932, la comuna, que estaba a punto de estrenar su edificio, emplazado en el mismo lugar donde hoy está el Municipio baigorriense, decidió contratar al floricultor Florindo Persegani, hijo de Segundo Persegani, uno de los primeros integrantes de la primera comisión de fomento de Paganini en 1916, para que parquice la plaza.

El lugar, que era utilizado para el pastoreo de vacas o caballos, comenzó a ser cargado de flores, plantas y árboles. La plaza de 110 metros de largo por 110 de ancho, comenzó a tomar verdor necesario para el disfrute de los pobladores.

Vale decir que siempre se respetaron los 30 metros a lo largo de calle San Lorenzo al este, donde ya a principio del 30’ se planificaba la construcción de la escuela 127, que desde su creación en 1893 hasta 1941 deambularía por casas alquiladas en el pueblo.

Para 1935, y ya con la administración comunal a cargo de Juan Francisco Secco se pudo terminar con la remodelación de la plaza y se le compró a Persegani, quien tenía a orillas del río Paraná, en los campos que hoy es barrio Paraíso un verdadero vergel donde había formado, junto a su padre Segundo y sus hermanos, un gran vivero que nutría de árboles a la región, 700 plantas arbóreas, muchas de ellas plátanos, acacias y fresnos, para que el pueblo sea forestado.

Ese 1935 fue clave pues, porque no sólo se culminó con la plaza y se reforestó gran parte del pequeño éjido urbano de Paganini, sino que se reactivó el tema de la escuela 127, y la donación de los herederos del fundador de los 30 metros de plaza.

En 1939 se firmó la posesión de las tierras donde se construiría la escuela y ese año los alumnos de la 127 plantaron los robles. Cuatro, puesto en cada esquina de la plaza, como custodia a la memoria y marcando los puntos cardinales, con una precisión justa del alba y la puesta del sol en otoño.

El mismo Raúl Zavattero ha contado que el primer roble en morir fue el que estaba en ala sudeste, cerca de Rivadavia y Chacabuco. Fue a finales de los 70’, cuando un empleado municipal se pasó con un líquido herbicida matando al árbol. El tallo fue aprovechado para una obra hecha por el maestro artesano de Baigorria, Dante Vignale.

Hoy sólo quedan dos de los cuatro. A pesar de ver morir a sus hermanos, los dos robles, de 85 años, siguen en pie. Mirando la ciudad, orgullosos de lo que fue y será, a través de generaciones.

Cuidarlos y quererlo es la misión de los actuales que pasamos prestados por esta vida, y de los que vendrán.

Quizás, y por qué no, a meses de cumplirse el 135° aniversario de la fundación del pueblo, reeditar la idea de aquellos paganinenses que pensaron una ciudad en verde, debería ser una idea para reflotar.
Y así respetar la memoría del viejo roble, de cada uno que soñaron una localidad para todos y todas.