Lunes, 20 Noviembre 2023 Milei presidente

Derrota, tristeza. Y otra vez la esperanza

Hugo Cravero
Licenciado en Periodismo, graduado en la Universidad Nacional de Rosario
Locutor Nacional, graduado en el ISET 18 de Rosario
Profesor en el ISET 18, en las carreras de Periodismo y Locución
Militante del Partido Comunista Argentino

El pibe que fiscaliza para el ahora presidente electo es de talla pequeña, piel cobriza y ojos oscuros. Tiene el pelo teñido en las pintas con un color plata que lo asemeja más a lo que odia y defenestra que a lo que lo llevó estar 12 horas sentado en una mesa electoral en la escuela 550.

Ese pibe no tiene nada de distinto al que votó y festejó el triunfo de Javier Milei. Ese que se formó en la escuela pública, usa el boleto de bondi subsidiado, consume gas o energía bancado por el Estado, tiene algún familiar jubilado gracias a las leyes reparatorias de los gobiernos anteriores, cobra quizás el aguinaldo, fue vacunado contra el Covid sin pagar un peso, o tal vez viva en una vivienda construida por el plan Procrear.

El aplastante ganador no nutrió su triunfo de aquellos que sí saldrán airosos en una economía desregulada, sino de los que hartos por la economía y la inseguridad lo votaron sin saber ni siquiera cómo será el futuro cercano.

El odio a la política, el hastío de estar cada vez peor, el lamentable desclasamiento de gran parte de los argentinos, la falta de horizonte y de reconocer al enemigo, es inevitablemente la síntesis de la derrota no solo electoral, sino cultural que asistimos silentes y atónitos.

Pobres contra más pobres. Laburantes precarizados contra trabajadores que apenas pueden levantar cabeza. Clase medieros anti todo que no comprenden cómo llegaron hasta ahí.

Ahora. ¿Ganó el fascimo en Argentina? La respuesta rápida es sí.
Pero. ¿Los argentinos somos fachos? La incógnita se resuelve fácil. No.

Ese pibe, que defendió los votos de quien lo va a estafar, no sabe lo que viene porque la política faltó a la formación. Al mano a mano. El trabajador que desprecia a su similar y lo ve como un enemigo, es el resultado perfecto de un proyecto que hasta ahora les ha salido bien.
La militancia en estos últimos años se redujo, en mayor medida, a un núcleo rentado con poca visión y compromiso.
Ese de jugarse la vida siempre por el otro. Que la frase no sea slogan publicitario, sino un irreductible deber de poner el cuerpo a las ideas cueste lo que cueste.

Hay que volver a reconstruirnos. Como lo hicieron ya otros compañeros, camaradas, correligionarios, hermanos, en otras épocas donde el horror gobernó.
Habrá que apoyarnos en los que desde la nada sacaron fuerzas y nos formaron a los que en los 90’ resistimos, luchamos, perdimos y, a veces, ganamos. Los que nos ilusionamos en la primera década del milenio.
Habrá que volver a defender nuevas y viejas convicciones. Reenamorarnos del Che, de Eva, de Fidel, de Marx, de Perón.
Ir por la zurda, sin tibiezas, porque las derechas no tiene pruritos ni miedo en decirte que te va a cagar y al final lo terminás votando.

Son tiempos terribles. Oscuros. De guerras y pandemias.
Un siglo de mierda que anuncia peores males para la humanidad.
Es por eso que hay extender la mano, continuar el camino, reafirmarnos en lo somos y hacia dónde vamos.